¡Feliz Pascua de Navidad! Es el saludo que escucharemos en la Misa de Nochebuena y en el día de Navidad. “Hoy nos ha nacido un Salvador: el Mesías, el Señor” (Salmo 95). Vengan todos, cantemos al Señor himnos de alabanza. Pues, Jesús ha nacido en Belén, Dios ha cumplido su promesa de salvación. Hoy es el día de contemplar agradecidos y extasiados al recién nacido, es un regalo de amor para todos. Las palabras, paz, alegría, gozo, regalo, felicidad, ternura, son de gran ayuda para esta celebración.

Ya casi estamos en Navidad, unos cuantos días y estaremos celebrando el nacimiento del Emmanuel que significa “Dios con nosotros”. Este año, espero, sea muy diferente a los dos anteriores, recuerdan como teníamos pandemia por todo el mundo. Esa situación truncó nuestra celebración en familia y en comunidad. Ahora es diferente, estaremos juntos, con una fe renovada. Experimentamos alegría como José, cuando el ángel le comunicó que María era la Madre de Dios, y que debía cuidarla a ella y a su Hijo. Cuidar de Jesús es el deber de todo cristiano, abrazarlo y protegerlo en los que nos rodean, especialmente con los de la casa, los pequeños y los ancianos.

“Entonces los ojos de los ciegos se despega- rán, y los oídos de los sordos se abrirán, los cojos saltarán como cabritos y la lengua de los mudos gritará de alegría (Isaías 35,5-6). Que se acabe la sequedad de nuestra vida, que nos alegremos por toda la bondad de nuestro Dios. ¡Qué maravilla! hemos llegado al III Domingo de Adviento, llamado domingo de gaudete, es decir alegría. Y, ¿por qué debemos estar ale- gres? ¿por qué lo piensa usted? Será porque ya tiene todos sus regalos debajo de su árbol de Navidad. Será porque ya está todo prepa- rado para la cena y sus invitados. Bueno, eso no lo sé, pero lo que sí le aseguro que este do- mingo de la alegría debemos regocijarnos con la infinita misericordia de Dios al enviar a su Hijo a salvarnos.

"Una voz grita en el desierto: preparen un ca- mino al Señor; hagan sus senderos rectos” (Mateo 3,3). ¿Qué tipo de camino estamos preparando al Señor? ¿Cuáles senderos debemos de hacer rectos? Juan dio todo el protagonismo a Jesús. Eso es lo que lo hace un gran profeta. Di- chosos los que esperan en el Señor y dejan las armas de la guerra a un lado, dichosos los que prac- tican la justicia con su vida y llevan comida y consuelo a los que sufren. Esto precisamente es el Adviento, buscar regalos de amor y de justicia para la familia, comunidad y sociedad. ¡El mundo lo necesita tanto!

Nuevo año litúrgico, ciclo A, tiempo de Adviento. Dejamos atrás el Evangelio de san Lucas e iniciamos el viaje con san Mateo. Su Evangelio fue escrito en griego, por los años 80-90, posiblemente en una de las ciudades más importantes del imperio: Antioquía de Siria. En Mateo, Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios, el Señor Resucitado. ¿Para ti quien es Jesús? ¿Para tu familia y amigos quien es Jesús? Vale la pena iniciar con estas preguntas en este tiempo de Adviento, tiempo de espera, de cambio, de luz, de celebrar el nacimiento de Jesús en el corazón de cada creyente. Cuando llegue la Navidad nuestra familia debe estar preparada y nuestra oración de aquí a entonces debe ser: Jesús, no tardes en llegar, ven pronto.

¡Viva Cristo Rey! ¡Viva el Rey del Universo! Mostraste tu reinado cuando caminaste sobre las aguas, y cuando multiplicaste los panes, cuando curabas a los leprosos y dabas vista a los ciegos. Tanto, tanto que hiciste por nosotros hasta llegar a la cruz. Es ahí, en la cruz, donde mostraste tu amor como Rey del Universo, al darnos la salvación. Fue ahí, en la cruz, donde un malhechor se robó el cielo, al reconocer en Jesús su Reino. “Jesús, acuérdate de mí cuando entres en tu Reino. Jesús le respondió: En verdad te digo que hoy mismo estarás conmigo en el paraíso” (Lucas 23,42-43).

El próximo domingo celebraremos la Solemnidad de Jesucristo, Rey del Universo. Con esta celebración, damos fin al Año Litúrgico, y daremos comienzo al Ciclo A. Hemos escuchado el Evangelio de San Lucas, e iniciaremos con el Evangelio de San Mateo. Esto indica que ya debemos estar preparados para celebrar el Adviento, y enseguida la Navidad. Pero antes, que llegue el Adviento, el Evangelio de hoy nos explica que los discípulos estaban absortos ante la belleza y magnificencia del templo de Jerusalén. Jesús les dice que eso se convertirá en nada, pues con su muerte y resurrección, comprenderían mejor sus enseñanzas. Y una de ellas es ser conscientes que Dios habita en el templo de cada corazón, más que en el edificio.

¿Has pensado alguna vez sobre cómo será cielo? ¿cómo será todo allá? Te has imaginado el reencuentro con tus seres queridos. ¡Qué gran felicidad! Todo será mejor que esto, de acuerdo a la promesa de Jesús. Tenemos reser- vada una morada en la vida eterna. La lectura del libro de los Macabeos nos da ejemplo de la forma de pensar de los siete hermanos. Es de admirarse su valentía y esperanza en la vida eterna. Estaban convencidos que la muerte fí- sica los prepararía para la resurrección. “El segundo hermano, estando para morir, dijo: ¡No eres más que un criminal! Nos quitas la vida presente, pero el Rey del Universo nos resucitará a una vida eterna” (2 Macabeos 7,9).

Recuerdo, como si fuera hoy, el principio de la pandemia, y como el Papa, obispos, párrocos y catequistas nos invitaban a orar por el fin de la pandemia. Luego, a principio de este año surgió otro urgente pedido de orar sin cesar por el fin de la guerra en Ucrania y por otros países donde la violencia es el pan de cada día. Necesitamos paz, vivir con tranquilidad, como derecho de la persona. Dios da la paz y nadie tiene derecho a quitarla por simple capricho. La paz se obtiene cuando el corazón de la persona está en armonía consigo mismo. Por lo tanto, el reto de este domingo es iniciar nuestra relación con Dios por medio de la oración.

Demos una miradita a nuestro mundo. ¿Qué vez? ¿Qué escuchas? ¿Qué haces? Caemos en la cuenta de la situación política, social, económica y religiosa que nos rodea. Guerra, hambre, miles de personas sin hogar, niños y niñas sin educación, ancianos sin cuidado y sufriendo las consecuencias de tanta injusticia. ¿Se parece nuestro tiempo en algo a los tiempos de Jesús? La segunda Carta a Timoteo nos dice: “predica la Palaba, insiste a tiempo y a destiempo, rebatiendo, reprendiendo o aconsejando, siempre con paciencia y dejando una enseñanza” (2 de Timoteo 4,2). Esto no significa que debemos ir por la calle predicando a gritos la Palabra de Dios. Esto quiere decir que cada uno de nosotros tiene un compromiso misionero hacia los demás.

El ser agradecido trae nuevos beneficios, el saber dar gracias es una gracia de un corazón que sabe que necesita de Dios y de los demás. Hay perso- nas que saben agradecer cuando les haces un fa- vor, de alguna manera dan las gracias. ¡Qué gran satisfacción! Sin embargo, hoy al final del relato del Evangelio, Jesús se sorprende que solamente uno, de los diez leprosos que sanó, regresa para darle las gracias. “¿No han sido sanados los diez? ¿Dónde están los otros nueve? ¿Así que ninguno volvió a glorificar a Dios fuera de este extranje- ro? Y Jesús le dijo: Levántate y vete; tu fe te ha salvado” (Lucas 17,17-19).

Oh, si tuviéramos fe como un granito de mostaza, la vida sería completamente diferente. Seguimos, igual que los apóstoles, preguntando a Jesús sobre el aumento de la fe. Era la misma situación entonces que ahora. “La fe comparable al grano de mostaza es una fe que no es orgullosa ni segura de sí misma, ¡no pretende ser un gran creyente haciendo el ridículo en algunas ocasiones! Es una fe en su humildad siente una gran necesidad de Dios y, en la pequeñez, se abandona con plena confianza a Él. Es la fe la que nos da la capacidad de mirar con esperanza los altibajos de la vida, la que nos ayuda a acepta incluso las derrotas y los sufrimientos, sabiendo que el mal no tiene nunca, no tendrá nunca la última palabra” (Papa Francisco).