"You are the light of the world." Speaking to his followers, Jesus tells them of the influence they are meant to have. Like the seasoning that gives food its flavor, they are to be "the salt of the earth" and like a lamp on a lampstand that "gives light to all in the house." Clearly, their influence on the people around them is meant to be positive and substantial. But what is the source of this irreplaceable influence? Elsewhere in the Gospels, Jesus declares that HE is "the light of the world" (cf. Jn 8:12). So when he tells his disciples that "your light must shine before others," he is speaking about the light that comes from following him, from believing in him, from living their lives for him and with him. The light of Christ brightens the world, showing us the truth and meaning of our existence. And to the extent that we have that light in our hearts, it naturally spreads out to impact those around us.
So, today we must ask ourselves whether or not we are shining the way we are meant to as Christians. Do we brighten up our families, our workplaces, our neighborhoods, and our parishes? Are people encouraged, inspired, edified, and supported by our presence? Do we bring the kind of flavor that enriches life with a taste of the authentic truth, beauty, and goodness that comes from God alone? Or have we become a bit bland, like salt that "loses its taste" or light that is hid- den "under a bushel basket"? It's important to be on guard against any tendency to let our faith be reduced to a mere routine or ritual. Rather, when we nurture our faith to be a living force that defines us and our actio ns, it will be a source of joy and renewal not only for us, but for the whole world.
©2017 Liturgical Publications, Inc.
En la liturgia de este domingo veremos como Jesús usa sal y luz para describir las cualidades de los discípulos. A la vez debemos de observar que este Evangelio usa dos metáforas con importancia positiva y negativa. Por un lado la sal da sabor pero si se vuelve insípida ya no sirve para nada. La luz es para alumbrar y debe estar en lo alto, sin embargo, si se la tapa con un cajón de nada sirve. Lo que Jesús quiere decir es que los discípulos deben cuidar y preservar la misión encomendada por él. La recomendación es que los que trabajen para anunciar el Reino deben ser fieles a la palabra con acciones donde brille la presencia de Dios en cada una de sus actos. Se necesita luz y sabor en el ministerio: "Brille la luz de ustedes ante los hombres" (Mt 5, 16).
Es decir, no se vale decir que se hace todo bien y cumplimos los mandamientos, que asistimos a Misa y rezamos las oraciones, si no lo probamos con hechos. Seguir a Jesús en su misterio de morir y resucitar no es para gente débil. Cada día, entonces, nosotros tenemos que escoger entre dos cosas. El ser discípulos efectivos o mediocres. Al participar en los ministerios parroquiales cualquiera que sea y hacerlo con todo el corazón para el bien de otras personas es ser sal y luz. Ser excelentes padres de familia, buenos estudiantes y trabajadores donde brille el amor de Dios es ser sal y luz. Así que pudiera mencionar cientos de frases; sé que cada uno tiene su responsabilidad en esta metáfora que Jesús nos enseña hoy.
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