XXVI Domingo del Tiempo Ordinario

09-26-2021Weekly Reflection© LPi

Hoy encontramos en la Liturgia detalles específicos de la paciencia y pedagogía de Dios con su pueblo. La realidad que pasaba el pueblo en la vida del desierto, es algo muy parecido a la existencia humana de la sociedad de hoy. ¿Quién profetiza? ¿Quién tiene la autoridad para hablar del Señor? ¡Celo apostólico, o envidia! Josué pide a Moisés que Eldad y Medad no fueran catequistas, o evangelizadores por decirlo así. Pero el Espíritu de Dios estaba en ellos - como lo está ahora en todo bautizado. La respuesta de Moisés fue la siguiente: “Ojalá que todo el pueblo de Yavé fuera profeta, que Yavé les diera a todos su espíritu” (Números 11:29).

En una de sus tantas catequesis, el Papa Francisco lo explica así: “De buena fe, con celo, se quisiera proteger la autenticidad de una cierta experiencia, tutelando al fundador o al líder de falsos imitadores. Pero al mismo tiempo está como el temor de la competencia, que alguno pueda robar nuevos seguidores, y entonces no se logra apreciar el bien que los otros hacen; no va bien porque no es de los nuestros, se dice (9/30/2018). Por el otro lado, la respuesta de Jesús a Juan es similar a la de Josué y del Papa: “No se lo prohíban, ya que nadie puede hacer un milagro en mi nombre y luego hablar mal de mí. El que no está contra nosotros está con nosotros” (Marcos 9:39-40). Actuar, hacer todo en nombre de Jesús, implica solo una cosa: fidelidad a su mensaje de amor, paz y justicia. Todo lo que se ha hecho, en este tiempo de pandemia, por amor a los demás es ser generosos al estilo de Jesú.

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