Second Sunday Of Advent

12-10-2017Weekly Reflection©2017 Liturgical Publications, Inc.

"People of the whole Judean countryside and all the inhabitants of Jerusalem were going out to him." John the Baptist commanded quite a crowd. What was the attraction? Was it his unusual appearance-clothed in camel's hair? Perhaps it was his bizarre eating habits-feeding on locusts and wild honey. Or maybe people were captivated by the Baptist's remarkable humility in the face of such huge popularity-"I am not worthy."

Unlike our modern fascination with standing in the presence of superstars, the crowds who flocked to John weren't looking for a thrill. They weren't lining up for autographs. They were lining up for baptism. And they were acknowledging their sins at the same time. John was proclaiming "a baptism of repentance for the forgiveness of sins." And people came because they were longing to experience the freedom of that forgiveness.

John called them to conversion. To convert means to turn, in this case, to turn away from sin. And the crowds were anxious to do so in order to "prepare the way of the Lord." For these first-century Jews, the imminent approach of the Messiah came with a call for conversion and they took this call very seriously.

Now, for us, as twenty-first century Christians, the Church, like John the Baptist, calls us to prepare and repent during this season of Advent. Will we take the call seriously? Will we examine the areas of our lives that need to change? Will we pray for God's help to overcome our habitual sin and to make choices based on generosity instead of selfishness? Now is the time to heed the message. Now is the time to "prepare the way of the Lord, make straight his paths."

Si reflexionamos, nos daremos cuenta de que la vida es una constante preparación -los padres se preparan para recibir a sus hijos, los hijos se preparan para terminar sus estudios, los atletas se preparan para ser campeones y recibir trofeosy así podríamos hacer una larga lista de todo lo se prepara cada día de la existencia, y quizá no terminaríamos de enumerar las cosas. En el Evangelio de hoy se escucha la siguiente amonestación: "He aquí que yo envío a mi mensajero delante de ti, a preparar tu camino. Voz del que clama en el desierto: 'Preparen el camino del Señor, enderecen sus senderos'" (Mc 1, 2-3).

Quizá la pregunta que surge ante estas lecturas es ¿cuál es el camino del Señor? La respuesta es sencilla. Conversión a una vida de santidad y devoción, de arrepentimiento y perdón, una vida de escuchar al otro y arreglar las cosas en diálogo. Éste es el grito de Juan Bautista en este Segundo Domingo de Adviento. Nos recuerda llevar una vida de bautizados con la certeza de que el Espíritu de Dios está ya en nosotros. Hacemos bien en preparar las cosas terrenas para llevar una vida digna. Pero el Adviento nos recuerda que hay que preparar las cosas de Dios con dedicación, con una actitud de esfuerzo, de gozosa espera. La invitación es preparar primero el corazón para que florezcan los frutos del bautismo. Luego, preparemos lo secundario -los regalos, las luces y la comida. ¡Eso es enderezar el sendero! Encontrar un cielo nuevo y una tierra nueva en lo que preparamos. Recordemos que la fe mueve montañas. Por esta razón, el Adviento es preparación.