The Transfiguration of Jesus

08-06-2017Weekly Reflection©2017 Liturgical Publications, Inc.

"This is my beloved Son, with whom I am well pleased; listen to him." Oh, to be on that mountain! What a priceless experience for Peter, James, and John. If they had ever doubted, if they wondered whether Jesus was really who he said he was, their confidence surely got a boost on the day of the Transfiguration. Before their very eyes, Jesus' divine beauty radiated gloriously while the two ancient prophets also appeared in miraculous manner. And to top it off, the voice of God the Father spoke from the heavens and confirmed that it was all true: Jesus really is the Son of God!

Why did Jesus reveal himself in such a remarkable way to these men? Perhaps we have an answer in today's epistle. Peter writes, "We ourselves heard this voice come from heaven while we were with him on the holy mountain." Peter mentions this fact in order to confirm his credibility as a preacher as he goes on to say, "We possess the prophetic message that is altogether reliable. You will do well to be attentive to it." Because of the mission that Peter had to help shape and nurture the Church in its earliest days, his position as an "eyewitness" to the Transfiguration helped to gain the attention, and the faith, of his hearers.

So although we were not there during this holy apparition, we have the benefit of it. We, and the faithful through the ages, have heard the testimony that Jesus is truly our God from those who saw in person that it was for real. In this way, the Transfiguration is able to bolster the faith of many, not just the three men who were there that day. May we have the grace to allow the feast we celebrate today to truly deepen our faith.

La Transfiguración del Señor

Pedro, Santiago y Juan querían descansar en sus laureles disfrutando de la gloria de Jesús. La voz divina que se escuchó desde el cielo los trajo a la realidad. No se podían quedar allá arriba, tenían que bajar de la montaña, escuchar a Jesús y vivir lo que habían visto y oído. Su propia trasfiguración y la nuestra de ver la gloria deben pasar en aceptar el costo de lo desconocido de la jornada diaria en el discipulado. Ser discípulo del Señor no es tarea fácil, cuesta y eso lo sabemos. El Papa Francisco, en su rezo del Ángelus el primero de marzo del 2015 nos dijo:

"'Este es mi Hijo amado; escuchadlo' (Mc 9, 7). Jesús es el Hijo hecho Siervo, enviado al mundo para realizar a través de la Cruz el proyecto de la salvación, para salvarnos a todos nosotros. Su adhesión plena a la voluntad del Padre hace su humanidad transparente a la gloria de Dios, que es el Amor... La consigna para los discípulos y para nosotros es esta: '¡Escuchadlo!'. Escuchad a Jesús. Él es el Salvador: seguidlo". Continúo el pontífice: "Con Pedro, Santiago y Juan subamos también nosotros hoy al monte de la Transfiguración y permanezcamos en contemplación del rostro de Jesús, para acoger su mensaje y traducirlo en nuestra vida; para que también nosotros podamos ser transfigurados por el Amor". Transfigurados por el amor, es lo fundamental del mensaje, sobre todo en estos tiempos de oscuridad e incertidumbre para muchos inmigrantes de esta país y del mundo entero. La Segunda Carta de Pedro también lo clarifica: "Hasta que despunte el día y el lucero de la mañana amanezca en los corazones de ustedes" (2 Pe 1, 19).