31st Sunday of Ordinary Time

10-30-2016Weekly Reflection

"Behold, half of my possessions, Lord, I shall give to the poor, and if I have extorted anything from anyone I shall repay it four times over." Zacchaeus was serious about following Jesus. Maybe at the start he was just curious when he ran ahead to scale that sycamore tree. But that curiosity developed into a life-changing experience when Jesus called him by name. At that moment, when the Lord chose Zacchaeus to be his host for the evening, the rich tax collector "came down quickly and received him with joy." And shortly thereafter came his promise of conversion and penance. Not only would he change his ways; he would make up for his former ones. And thus Jesus declared, "Today salvation has come to this house."

Penance isn't a popular concept in our modern era.We like to think about God's great mercy and forgiveness, but it's not so fun to think about the lingering effects of our sin. When Zacchaeus stole money, people suffered, especially the poor. His conversion to the ways of God wouldn't make up for the suffering he had inflicted on people. But his choice to go back and set things aright could make a difference. Sometimes, we are called to do something similar. Of course it is not always possible to go back and directly restore the relationships or situations that we have damaged through our sins. However, it IS always possible to offer a kind of sacrifice--often called "making reparation"--for our sin. We can do something virtuous and offer it to God as a kind of deposit in the universal "bank" of goodness to make up for the unjust withdrawals we have previously made. In this way, we too can show that we are serious about following the Lord.

©2016 Liturgical Publications, Inc.

31° Domingo en Tiempo Ordinario

Hemos caminado juntos a lo largo del Año de la Miser- icordia, tiempo en que el Papa Francisco y los obispos de nuestras diócesis nos han invitado a ver, palpar y vivir la misericordia del Padre. Llamados a ser misericordiosos, la misericordia en la liturgia, las obras espirituales y corporales a merced del amor de Dios entre nosotros. Y aún no terminamos, nos faltan tres domingos más para concluir este Año Santo. Hemos escuchado cientos de veces que Dios perdona a todos, porque somos suyos, que Dios es misericordioso y perdonador. Pero, ahora, viene la pregunta que debe estar en nues tro corazón y meditarla siempre. ¿Somos nosotros de corazón misericordioso? ¿Se transformó durante este tiempo nuestra forma de vivir, de pensar y de hacer las cosas? Les comento esto porque las lecturas de hoy son ricas en recuperar esa serenidad y confianza, que todos necesitamos. La abundancia de misericordia se percibe en el libro de la Sabiduría: "Por eso a los que caen, los vas corrigiendo poco a poco, los reprendes y les traes a la memoria sus pecados, para que se arrepientan de sus maldades y crean en ti, Señor" (Sab 12, 2). Ya desde allá la imagen de Jesús invitando a Zaqueo que baje del árbol porque se hospedaría en su casa se vislumbra. Jesús tiene palabras amables con el publicano Zaqueo, hombre visto como pecador en su tiempo. Jesús es el retrato de Dios que nos consuela en nuestras tribulaciones. Para alcanzar este consuelo de Dios habrá que ver en que hemos defraudado a los que nos rodean. Así podremos escuchar las palabras de Jesús muy dentro del corazón. "Hoy ha llegado la salvación a esta casa" (Lc 19, 9).

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